En sociedad, el valor de un individuo, puede llegar a medirse a través de la efectividad con la que realiza actividades conocidas, necesarias dentro de la realidad que creamos y vivimos como colectivo.
Separar esa sociedad, en seres socialmente ordinarios y socialmente extraordinarios, y observarlos, conlleva a pensar que “La felicidad de los seres exitosamente ordinarios, radica en lograr que todo encaje en la normalidad de lo conocido, y mantenerlo así en su camino de superación; y la de los extraordinarios, radica en desencajar exitosamente en esos estándares, mientras se reinventa a si mismo en nuevos triunfos”..
Un individuo ordinario, perfectamente integrado al colectivo social, quizá tiene como ventaja el precedente de miles de historias iguales y, por ende, certeza y seguridad al avanzar, así como claras aspiraciones y visión motivadora de un resultado; pero casi nada de riesgo u originalidad. Mientras que, un individuo extraordinario, sobresaliente, tiene expectativas excéntricas ante logros novedosos, lo que quizá despierte interés y admiración, pero a veces incertidumbre y desadaptación.
¿Cuál de los dos está en lo correcto? ¿De que lado es mejor estar? …Pues, con pros y contras, ambas realidades coexisten perfectamente para hacer funcionar al colectivo del que somos parte. Y como el éxito no está garantizado por ser de un grupo o del otro, lo mejor es identificar y aprovechar las oportunidades que tengas para mostrar tus talentos y poner en práctica tus habilidades. Ordinario o extraordinario, eres valioso e importante para el progreso de este colectivo al que llamamos sociedad. Sigue avanzando, que finalmente todos lo hacemos en la misma dirección: La evolución!.
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