A veces, me siento desamparada, cuando miro la soya…
La soya, sí!, la soya, la de la cocina, la negrita esa con sabor extraño. Aunque nada tiene que ver su color y su sabor, sino el momento de mi vida al que me lleva…Y ¿cómo es eso? Bueno, simple asociación, como cuando se escucha una canción y se recuerda la época de la vida que se ambientaba con ella…
Lo cierto, es que, hay días en que la miro, a la negrita, y una neurona se antoja de conectarse por donde no es, y en lugar de llevarme al sabor extraño, me lleva al pasado, a las imágenes, a lo injusto, a lo triste…a ese momento representativo de un período de mi vida en el que no entendía en absoluto, que nada de eso era necesario. Y por eso, precisamente, si lo era.
Yo se, yo sé, la soya no tiene la culpa, ni yo por ingenua; pero ella y yo, no podemos negarnos esa verdad, ella sabe de esas historias que, aunque ya no existen más, no se pueden olvidar. Ella apunta a cicatrices que aunque no se ven, están...la soya me recuerda, lo que no permitiré jamás!.
Jhozo
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