Después de una larga amistad, Dios me dijo en un buen día: “Quiero que conozcas a alguien que es bueno para tu vida”.
Tiempo atrás, estando sola, le había dicho que quería, tener a mi lado a alguien que apreciara mi valía.
El sin hacerse esperar, me concedió lo que pedía: alguien que vería en mí, las virtudes que otros no veían; alguien dispuesto a subirme “al pedestal que yo merecía”.
A pesar de los encantos de mi nueva compañía; y de lo maravillosa, que a sus ojos me veía; aquella esperada fortuna, ni siquiera me nutría.
Aun llena de halagos, solo me sentía vacía, como si reconociera que yo nada recibía, como si este personaje no era lo que parecía.
Decidí mirar atenta, y de mi ego desprendida, bajarme del pedestal y entender lo que ocurría: No recibía nada porque nada allí había; solo un gran truco de magia pa’ robarme la energía.
Aquello fue solo un favor, que a Dios, Lucifer le debía: enseñarme que el amor no luce bien todos los días, porque tras la perfección, solo existe hipocresía.
Antes de acabar mi té, yo tan solo sonreía, viendo que mi acompañante, y su poder, desvanecían; entendiendo que los egos se alimentan de porquería, y que con el mismo amor que de Dios yo recibía, le diría a Lucifer: Gracias, por la regalía!
Jhozo
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