Me alejé, entendiendo que ese debía ser mi último intento por acercarme a ti, no había más esperanza, tenía que quedarme claro. Tras esa resignación, ya todo sería diferente... y lo fue:
Llegaste a mi puerta, en medio de la tempestad, y del otro lado de ella me susurrabas con firmeza: "No, no me estoy escondiendo de ti".
Mi corazón se aceleraba mientras intentaba quitar el seguro para hacerte entrar, parecía la tarea mas difícil que hubiera hecho, y yo no hacía más que pensar en todo lo que sería posible para nosotros después de ese momento.
Nuestra historia estaba cambiando, no quería dejarte ir, mi mente trabajaba en una y otra idea para hacerte permanecer, y yo lo ocultaba de ti, pero sabía que no sería suficiente una palabra disimulada, un argumento casual, tenía miedo.
Yo estaba sorprendida y también satisfecha por tenerte tan cerca, tan disponible, por primera vez. Quería estar junto a ti bajo aquella lluvia y besarte, besarte sin fin, no sabía que hacer...
Finalmente, dejé de pensar ...y sentí!. Tomé tu mano y me aferré a ella, te miré a los ojos, abrazándome a ellos, y solo te dije: Quédate conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta y comparte! Es bueno saber que estas allí!