Inventamos y luchamos numerosas e innecesarias batallas para no aceptar lo simple de una idea presente, de una situación, de un hecho, de la vida.
Nos oponemos y nos aferramos al mismo tiempo, para no ceder.
Somos capaces de desgastarnos en la misma contienda una y otra vez antes de abrirnos a una realidad distinta a la nuestra o diferente a la que deseamos que exista, sin pensar que una realidad distinta nace al aceptar la actual y avanzar a traves de ella.
Nos permitimos perdernos a nosotros mismos y hasta olvidarnos a donde queríamos ir en primer lugar, accedemos a convertirnos en algo peor de lo que tratamos de evitar. Perdemos para no perder, pagamos cualquier precio antes de abrirnos a mirar, a escuchar, a cambiar.
Queremos conservar el poder por encima de todas las cosas. Nos mueve un vacío de armonía, un desentonar con el universo... Nos mueve el sentirnos disconformes en nuestra propia piel.
Luchar batallas inútiles es una distracción necesaria para gastar el tiempo en que nos negamos a practicar la aceptación.
Aceptar es liberador, te gustaría probar?
Jhozo
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