En la disciplina del amor propio son necesarios los contrastes reflejos de quienes no son amor, no quieren amor ni saben amar.
Todas las dificultades, injusticias, heridas, humillaciones, traiciones, maltrato, etc.. son oportunidades de fortalecimiento en Dios.
El descubrimiento y ponderación de los propios valores, talentos y prioridades se hace inminente en entornos, ambientes, relaciones o interacciones contrarias a ellos, y resultan repetidamente necesarios hasta consolidar la propia liberación y la plena libertad.
La maestría del amor se da en el reino de Dios que habita nuestro ser, y se manifiesta en la vida y perspectiva gloriosa que podamos elegir, apreciar, celebrar y gozar en nuestra experiencia terrenal soltando, sanando y limpiando toda tentación y mal.
El reconocimiento, liberación, realización, purificación, ascensión, presencia y expresión plena de nuestro poderoso ser cristico es la verdadera libertad, y amerita soltar, dejar ir, cortar, desconectar, desapegarse, dejar ser y transmutar todo lo demás...
El mal se combate y enfrenta con fuerza interior, pero se expulsa y erradica con la liberación, superación, elevación y crecimiento personal que lo hace pequeño y lo deja atrás.
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