Ser buenos, planificar metas trascendentales, ser perfectos, rodearse de personas idóneas, ser tratados y reconocidos de forma especial... son algunas famosas recetas que nos permiten organizar y controlar un poco nuestra vida para encaminarnos hacia un estado ideal de felicidad y realización. Al menos, esa es la promesa que nos motiva a avanzar, a veces ciega y desesperadamente.
Pero, Cómo se vive ese tránsito entre el hoy y el soñado mañana? Ese trayecto en el que no eres tan bueno, extraordinario o perfecto, ni tampoco las personas que te rodean, en el que tu reconocimiento, relaciones y resultados no son exactamente todo eso que planificaste para llegar a una felicidad donde quedarte para siempre... Cómo andar en paz ese camino que en realidad son tu y la vida mostrándose tal cual son?
La felicidad que nos acompaña camino a nuestras metas, o cuando estamos perdidos sin ellas, viene de la gratitud, una gratitud que puede gozarse desde la humildad, humildad a la que nos obliga el autoconocimiento, auntococimiento que se produce cuando podemos aceptar quienes somos en verdad, en cada circunstancia, cada instante, cada momento presente donde somos y hacemos (lejos de lo que pudiéramos planificar o de lo que pudiéramos soñar ser). Es necesario reconocer todo aquello que nos limita y nos impide ser todo lo que deseamos, hacer todo lo que planeamos y obtener todo lo que queremos, es necesario reconocer todo eso que somos nosotros mismos, y esto no nos impedirá confiar en que podemos lograr todo aquello que nos proponemos y en que podremos estar bien cuando no todo lo esté...
Entonces, ser felices, con la felicidad de la que hablo, es poder sentir la paz que da la aceptación que nos otorgamos frente al reconocimiento de eso que estamos siendo y que nos brinda metas por lo que no tenemos y regalos por los que no nos hemos esforzado para obtenerlos.
Jhozo
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